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Con estas páginas quiero presentaros mi ciudad, la Sevilla milenaria, la Tartésica, la romana, la islámica y cristiana, tal como yo la veo, ayudado por mi cámara de fotos que durante años me acompaña. Observad la información que os dejo para el mejor disfrute de sus calles, rincones, etc. La he dividido en varias secciones: patrimonio histórico y artístico, la ciudad que nadie ve, gastronomía y diversión.
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Un saludo. Manuel C. Viñuelas

Iglesia de Santa Catalina 1350 - 1399

El templo, cuyo modelo surge como transformación de las iglesias góticas construidas en los primeros años de la reconquista, se compone de tres naves, separadas por arcos apuntados sobre pilares rectangulares, siendo la central más ancha y alta que las laterales. Sus cubiertas son estructuras de madera, en forma de armadura de par y nudillos, la central, y en colgadizo, las laterales. La cabecera está formada por una capilla poligonal con bóvedas nervadas, dispuestas en dos tramos, uno rectangular y otro poligonal. Al templo se accedía por tres puertas. La de los pies, fabricada en ladrillo y con arcos polilobulados entrelazados y enmarcados por un alfiz,  difiere de la tipología habitual utilizada en los templos mudéjares de Sevilla, encontrándose más cercana a la tradición almohade.

No muy diferente a la anterior debió ser la portada abierta en el muro del evangelio, al menos eso se deduce de los elementos visibles en torno al amplio hueco adintelado hoy existente. En cambio, la situada en la nave de la epístola, al dar acceso a un pequeño atrio, debió ofrecer siempre un tratamiento más simple. Actualmente está formada por un sencillo arco apuntado, realizado en ladrillo. Prácticamente a la vez que el templo se debió levantar la torre campanario que aprovechó como base los restos del alminar de época del emirato. En la fábrica mudéjar, para cubrir la escalera de acceso al cuerpo de campanas, fueron utilizadas bóvedas esquifadas rectangulares, ochavadas y de aristas, compuestas las últimas por dos cañones apuntados.

Exteriormente la torre presenta una interesante decoración, compuesto por paños de sebka y arcos ciegos polilobulados inscritos en alfiz, ornamentación muy mermada durante la restauración efectuada en Marzo de 1.881. Relacionada con la decoración de arcos polilubulados de la torre se encuentra la ornamentación del "redondillo", estancia irregular en forma de ábside semicircular y situada a los pies de la nave del Evangelio.

Algunos años más tarde, hacia 1.400, en la nave de la Epístola y adosada a la torre, se construyó la actual capilla de la Hermandad de la Exaltación. Ésta, siguiendo el modelo de las qubbas musulmanas, se resuelve como un espacio cuadrado, independiente del resto de la Iglesia, cubriéndose con una bóveda sobre trompas, ricamente decorada con labores de lacería. A la estructura mudéjar del templo de santa Catalina se fueron adosando una serie de volúmenes correspondientes a otras capillas, mientras interiormente la fábrica de la iglesia se enriquecía con retablos y pinturas. Así, a finales del siglo XVI, en el colateral de la Epístola del presbiterio, la familia Carranza fundó la capilla que le servía de enterramiento. Cerrada mediante una reja fechada en 1.603, conserva un retablo de pintura presidido por la Asunción de la Virgen, mientras en los laterales aparecen San Pío V, San Gregorio, Santa Catalina y Santa María Magdalena, obra del siglo XVII, al igual que los azulejos que decoran sus paredes. También al seiscientos corresponde la capilla del Rosario, situada en la nave del evangelio, que ofrece un interesante techo plano con yeserías de cartones recortados y zócalo de azulejos. La capilla, que sería ocupada en 1741 por la Hermandad del Rosario, tras su separación de la Hermandad Sacramental, está presidida por un retablo del primer tercio del XVII, aunque reformado en el siglo posterior, con la imagen escultórica de la titular. Al último cuarto del seiscientos y relacionable con las obras de Fernando de Barahona, corresponde el retablo de Santa Ana con la Virgen, situado en la nave de la epístola, cuyas imágenes pertenecen al XVIII. Al siglo XVII pertenece el retablo de Santa Lucía, cuya imagen presenta policromía del setecientos. La escultura procede de la antigua iglesia del mismo título, cerrada en 1868 por la Junta Revolucionaria.

Durante el setecientos se ubicó en el hastial de la nave de la epístola el retablo del Carmen, denominado así tras la colocación, en su única hornacina, de la imagen que le da título, obra de José Gutiérrez Cano realizada en 1867. En el mismo siglo XVIII, se realizaron dos obras que cambiaron la fisonomía del templo, cuales fueron la remodelación de la capilla mayor y la edificación, en la cabecera de la nave del evangelio, de la capilla sacramental, estudiada en otro capítulo de esta obra. Ambas fueron costeadas por la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio, sirviendo la primera "para en las funziones que se ofrezen, colocar con toda dezencia el Santísimo Sacramento". Iniciada en 1701, no será terminada hasta dos años más tarde, remodelándose el presbiterio por razones litúrgicas, a la vez que se construyó un camarín adornado con yeserías. El encargado de realizar las trazas y dirigir las obras fue el maestro mayor de la catedral, José Tirado. Con motivo de tales obras se alteró el retablo mayor, realizado entre 1624 y 1629 por Diego López Bueno, donde, en lienzos, se narra la vida y martirio de Santa Catalina.

Dicho retablo se completa con las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Evangelista y San Sebastián. Tanto las yeserías del camarín como las piezas incorporadas al retablo, así como los nervios de la bóveda del presbiterio y el nuevo monumento fueron dorados y estofados por José López Chico. Las obras se dieron por terminadas al colocar la nueva escultura de Santa Catalina en el retablo. También durante el seiscientos, la capilla mudéjar, al ser cedida a la Hermandad de la Exaltación, se adornó con un zócalo de azulejos, de motivos de puntas de diamantes. En este recinto quedó expuesta al culto la imagen del Crucificado de dicho título, obra de Pedro Roldán. A su hija María Luisa, "La Roldana", se deben las esculturas de los dos ladrones que forman parte del paso de misterio, reformado, ya en el siglo XX, por Emilio Pizarro de la Cruz, Ricardo Comas Fagundo y Juan Abascal. También pertenecen a La Roldana los cuatro ángeles pasionarios situados en el altar de la capilla y que ocupan los ángulos del paso procesional de la cofradía.

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