El templo, cuyo modelo surge como transformación de las iglesias góticas construidas en los primeros años de la reconquista, se compone de tres naves, separadas por arcos apuntados sobre pilares rectangulares, siendo la central más ancha y alta que las laterales. Sus cubiertas son estructuras de madera, en forma de armadura de par y nudillos, la central, y en colgadizo, las laterales. La cabecera está formada por una capilla poligonal con bóvedas nervadas, dispuestas en dos tramos, uno rectangular y otro poligonal. Al templo se accedía por tres puertas. La de los pies, fabricada en ladrillo y con arcos polilobulados entrelazados y enmarcados por un alfiz, difiere de la tipología habitual utilizada en los templos mudéjares de Sevilla, encontrándose más cercana a la tradición almohade.
No muy diferente a la anterior debió ser la portada abierta en el muro del evangelio, al menos eso se deduce de los elementos visibles en torno al amplio hueco adintelado hoy existente. En cambio, la situada en la nave de la epístola, al dar acceso a un pequeño atrio, debió ofrecer siempre un tratamiento más simple. Actualmente está formada por un sencillo arco apuntado, realizado en ladrillo. Prácticamente a la vez que el templo se debió levantar la torre campanario que aprovechó como base los restos del alminar de época del emirato. En la fábrica mudéjar, para cubrir la escalera de acceso al cuerpo de campanas, fueron utilizadas bóvedas esquifadas rectangulares, ochavadas y de aristas, compuestas las últimas por dos cañones apuntados.
Exteriormente la torre presenta una interesante decoración, compuesto por paños de sebka y arcos ciegos polilobulados inscritos en alfiz, ornamentación muy mermada durante la restauración efectuada en Marzo de 1.881. Relacionada con la decoración de arcos polilubulados de la torre se encuentra la ornamentación del "redondillo", estancia irregular en forma de ábside semicircular y situada a los pies de la nave del Evangelio.
Algunos años más tarde, hacia 1.400, en la nave de Durante el setecientos se ubicó en el hastial de la nave de la epístola el retablo del Carmen, denominado así tras la colocación, en su única hornacina, de la imagen que le da título, obra de José Gutiérrez Cano realizada en 1867. En el mismo siglo XVIII, se realizaron dos obras que cambiaron la fisonomía del templo, cuales fueron la remodelación de la capilla mayor y la edificación, en la cabecera de la nave del evangelio, de la capilla sacramental, estudiada en otro capítulo de esta obra. Ambas fueron costeadas por la Hermandad del Santísimo Sacramento y Ánimas del Purgatorio, sirviendo la primera "para en las funziones que se ofrezen, colocar con toda dezencia el Santísimo Sacramento". Iniciada en 1701, no será terminada hasta dos años más tarde, remodelándose el presbiterio por razones litúrgicas, a la vez que se construyó un camarín adornado con yeserías. El encargado de realizar las trazas y dirigir las obras fue el maestro mayor de la catedral, José Tirado. Con motivo de tales obras se alteró el retablo mayor, realizado entre 1624 y 1629 por Diego López Bueno, donde, en lienzos, se narra la vida y martirio de Santa Catalina.
Dicho retablo se completa con las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Evangelista y San Sebastián. Tanto las yeserías del camarín como las piezas incorporadas al retablo, así como los nervios de la bóveda del presbiterio y el nuevo monumento fueron dorados y estofados por José López Chico. Las obras se dieron por terminadas al colocar la nueva escultura de Santa Catalina en el retablo. También durante el seiscientos, la capilla mudéjar, al ser cedida a 

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